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Miedo e intolerancia a la soledad, relaciones gravemente desequilibradas, baja autoestima.


Escrito para Fitness por Harry Pereyra Christiansen

La dependencia emocional es la necesidad afectiva extrema que una persona siente hacia otra a lo largo de sus diferentes relaciones de pareja. Sin embargo su carácter crónico no es sólo en la reiterada sucesión de dichas relaciones sino en los rasgos de personalidad de estas personas; es decir, el dependiente emocional lo es también incluso cuando no tiene pareja, aunque esto no sea lo más habitual porque su patología provoca que busque otra desesperadamente. No soportan la soledad.

En la persona con rasgos de dependencia emocional se presentan:

Algunas características de los dependientes emocionales

 En sus relaciones interpersonales:

En cuanto a su autoestima:

El  Estado de ánimo:

Como síntesis de estas características podemos extraer las que consideramos básicas para la dependencia emocional, que deben estar presentes necesariamente para que una persona merezca este diagnóstico. Son las siguientes:

  1. Miedo e intolerancia a la soledad.
  2. Historia de relaciones de pareja gravemente desequilibradas, o una única relación que por su duración ha ocupado la mayor parte de la vida adulta del sujeto.
  3. Baja autoestima.

Como es fácil imaginar, las rupturas son frecuentes en este tipo de relaciones porque la otra persona se cansa de las críticas, de la hostilidad, del desprecio, de hacer siempre lo que el dominante quiere o de observar cómo niega tanto para sí mismo como para los demás cualquier sentimiento positivo hacia ella. Cuando se da la citada ruptura, el dependiente dominante puede reaccionar exactamente igual que cualquier otro dependiente emocional: entra en una profunda depresión, suplica a su expareja que se reanude la relación, le promete que cambiará, reconoce lo mal que se ha portado, etc. La pareja de estos dependientes se sorprende de que después de la ruptura muestre que tras la fachada de superioridad, dominación, cinismo, desinterés u hostilidad, se escondía una profunda necesidad afectiva. Esta sorpresa se acompaña en la mayoría de los casos de indignación y suele ser un motivo por el que la relación no se reanuda. Además, está el fundado temor de que al retomar la relación estos dependientes vuelvan a su anterior pauta de interacción.

Pero tras la ruptura, los dependientes dominantes pueden reaccionar de una forma bien distinta. Si su tendencia hostil es superior a su necesidad afectiva, en lugar de implorar reanudar la relación pueden vengarse de la afrenta recibida, que interpretarán como la confirmación de sus sospechas sobre la falta de sentimientos de su pareja o sobre presuntas infidelidades de ésta. La idea de posesión absoluta es tan grande que no podrán siquiera imaginar que la persona que es de su propiedad, según ellos, tiene ahora “libertad” para hacer lo que desee. El odio por no poder satisfacer su necesidad reavivará viejas heridas por desengaños interpersonales sufridos durante toda su vida, con lo que se abren las puertas para un desenlace trágico. La mezcla de necesidad enfermiza y de odio hacia una misma persona es extremadamente patológica, y causa sufrimiento tanto en la persona que la padece como sobre todo en el destinatario de estos sentimientos.

Como podrán apreciar estimados lectores el tema es amplio y complejo, por ello es difícil sintetizarlo en un breve artículo. Requiere más de un abordaje clínico terapéutico.