Muchos científicos están de acuerdo que hay una pérdida en el número de fibras musculares relacionadas con el aumento de la edad. Esta se hace más evidente después de los 70 años, debido principalmente a la disminución en el tamaño y número de las fibras musculares y al desuso.

Existen tres hipótesis que tratan de explicar cómo actúa la edad sobre la composición y proporción de la fibra muscular:

  1. Los tipos de fibras se mantienen relativamente constante durante el envejecimiento, con una poca proporción de pérdida de todos los tipos.
  2. Durante el envejecimiento de pierde mayor cantidad de fibras rápidas (Tipo II).
  3. Con el envejecimiento se transforman las fibras rápidas (Tipo II) en fibras lentas (Tipo I), por lo que prevalecen las acciones lentas en la funcionalidad durante el envejecimiento.

Niveles moderados de fuerza son necesarios para realizar las actividades de la vida diaria, tales como cargar alimentos, compras diversas, subir escaleras y para salir del asiento de los automóviles. La fuerza y la resistencia muscular son importantes recursos para todos los individuos, teniendo una importancia particular en cada rango de edad.

Una sustancial pérdida de la fuerza de las piernas y de la baja espalda en personas mayores, no sólo limita la locomoción sino que también se asocia con un incremento en el riesgo de caídas. Una adecuada fuerza en las piernas puede prevenir una caída por diversas razones, como corrección de la pérdida momentánea del balance con el objeto de prevenir caídas catastróficas y la fuerza de miembros superiores puede reducir la cantidad de lesiones que resultan de una caída por falta de fuerza para estabilizar las articulaciones durante la caída.

La acción del fortalecimiento está determinada por la cantidad de fuerza que el músculo produzca. La máxima fuerza muscular es lograda durante el período de adulto joven entre los 20 y 30 años y posteriormente disminuye progresivamente con la edad.

El mantenimiento de la fuerza se observa hasta los 60 años aproximadamente, seguida por una importante disminución en los años subsiguientes, condición que prevalece más en el hombre que en la mujer. La pérdida de la fuerza no es uniforme en lo que respecta a los grupos musculares. En pruebas de laboratorio y observaciones clínicas se determinó que la fuerza muscular de los miembros inferiores disminuye más rápidamente que en la porción superior del cuerpo, lo que constituye un problema serio en personas mayores frágiles, por el riesgo de sufrir caídas.

El incremento de la gordura corporal con el paso de los años resulta principalmente de una disminución de la tasa metabólica y el nivel de actividad. En adición a este papel en el metabolismo energético, las alteraciones músculo esqueléticas pueden contribuir a cambios asociados a la edad tales como reducción de la densidad ósea, sensibilidad a la insulina y capacidad aeróbica.

Por estas razones, la estrategia para preservar la masa muscular en edades avanzadas es incrementar la masa muscular y la fuerza en el paciente sedentario, lo que representa una importante forma para incrementar la independencia funcional y disminuir la prevalencia de enfermedades crónicas asociadas a la edad.

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