Vencer mis miedos y ser constante me llevó a competir en alberca y en aguas abiertas.


Por Antonia García Gómez

Les he compartido en dos entregas anteriores mis recuerdos de cómo inicié en la natación y mi participación en competencias de la acuática donde asistía. En esta ocasión les comparto mi experiencia en aguas abiertas en Las Estacas, Morelos. México, un reto que me cumplí.

La primera participación en esta competencia:

Estuve a punto de salirme, apenas habiendo iniciado, cuando sonó el balazo, ya que el agua estaba fría, y yo no podía respirar correctamente.

Vencí la angustia pensando que no solamente sabía nadar de crawl, así que comencé a nadar de dorso, hasta que choqué contra unas ramas, me di la vuelta y comencé a nadar crawl, todavía no podía respirar bien, así que nadé de pecho.

Unas compañeras y yo, quedamos de irnos juntas hasta la meta, así que me fui con una de ellas. Su esposo todo el trayecto iba por la orilla cuidándola, por lo que llegó el momento en que me despegué de ella llegando unos 30 minutos antes a la meta.

El recorrido de nado es aproximadamente de 900 metros contra corriente, mi tiempo: 1 hora 10 minutos; demasiado, pensé, ya que este mismo recorrido, lo han nadado hasta en 12 minutos. Pero yo me sentí satisfecha de haber logrado vencer mis miedos una vez más y sobre todo haber cumplido mi objetivo, llegar a la meta, donde estaba mi querida familia y compañeros aplaudiendo mi esfuerzo. Lo cual les agradecí ya que ellos habían terminado hacía más de cuarenta minutos.

Se acercaba la fecha de la siguiente competencia y le comentaba a mí esposo que igual podría bajar mí tiempo unos diez minutos, porque tenía varías cosas en mente que iba a cambiar con respecto de la vez anterior, además que había entrenado para este evento:

  • En esta ocasión no esperaría a ninguna compañera
  • Nadaría más de estilo de crawl,
  • Trataría de no perderme, porque me había sucedido dos veces la vez anterior, nadando para donde no era y además,
  • Trataría de mantener la calma.

Logrando bajar estos minutos me sentiría satisfecha. Él me dijo que pensaba que haría mucho menos, que estaba preparada, le sonreí agradeciendo su confianza.

Le dije también que la salida me seguía angustiando un poco, por la entrada al agua fría, y el no poder respirar bien, además de que todos salen como en estampida, por lo que el agua se revuelve y en algunas ocasiones, los compañeros se cruzan. Nuevamente sus palabras de aliento, “no pasa nada, tú puedes”. Me sugirió hacerme a la orilla izquierda a la hora de la salida, que es donde la corriente está un poco más lenta y el río es menos profundo.

La segunda participación en esta competencia:

Llegó el día, y las horas pasaban lentas esperando la hora de competir. 

Unos minutos antes de las 12 horas, nos indican que podemos entrar al agua y nos dan instrucciones a seguir.

Las 12:00 horas y se escucha el sonido de salida, me siento angustiada nuevamente por lo frío del agua, comienzo mi estrategia dejando pasar al pelotón y nadando de dorso para que mi cuerpo se ambientara, pero escucho al entrenador, que me gritaba: “Tony, nada de crawl”, y así lo hice, antes de lo que yo hubiera pensado.

Un rato más tarde escucho a mi hija que me gritaba (ella ya había terminado la prueba), aunque no lograba saber bien lo que decía, pero entendía que me hiciera más a la orilla, para romper el agua y avanzar, así me fui. En este río hay un tramo en donde va uno solo y su alma, ya que no hay paso para los que nos acompañan caminando a la orilla. Fue ahí donde tragué agua y estuve a punto de salirme. Nuevamente me concentré y me dije, no pasa nada, continúa.

En un tramo más adelante, pasando la “Poza Azul”, mitad del recorrido aproximadamente, sentí que las piernas ya no daban más, y fue cuando le dije a mi cuerpecito, “ándale, vamos, si podemos”, y así lo hicimos.

Hubo un momento que para no pensar en el cansancio, me concentré en lo que pude ver en las aguas del río, peces, muchos peces y yo nadando junto a ellos, ¡qué maravilla!

La meta final, y yo escuchando “muy bien mami”, y mi agradecimiento para mi querida hija Lety que me fue dando ánimos en el trayecto.

Llegué exhausta y un poco mareada por el esfuerzo, y volví a escuchar, “muy bien Tony”, había llegado a la meta, tiempo: 37 minutos. ¿Se imaginan mi sorpresa?

Queridos lectores, mi familia es muy importante para mí y el contar con ella en todos momentos es grandioso. Me felicito por hacerle caso a mi hija Lety porque me incitó a nadar y haber aprendido además de disfrutarlo, me ha dado satisfacciones.

Los invito a que realicen cualquier tipo de actividad física, si son constantes, les aseguro que lograrán sus objetivos; sobre todo, no se queden con las ganas de hacer o aprender lo que les gusta. Nunca es tarde, ¡solo decídete!

Recuerda, cuida tu cuerpo, que es tu casa…

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